Homero, IlíadaAlessandro BariccoPor Laia Bárber“Todo empezó en un día de violencia. Hacía nueve años que los aqueos asediaban Troya”… Homero, Ilíada de Alessandro BariccoNuestra fascinación por las armas y el combate ha sido plasmada en una miríada de obras de arte. Desde la plástica hasta la escultura, pasando por el cine, la literatura y la música, este culto ha inspirado infinidad de creaciones dolorosas. Baricco pregunta en el capítulo intitulado Otra belleza. Apostilla sobre la guerra de su libro Homero, Ilíada: “¿Cómo es posible, que con tantas historias uno se sienta atraído por las de la guerra, casi como si fuera una luz que sugiere una huida de las tinieblas de estos días?” El Adagio para Cuerdas Op. 11 de Barber en la sección musical del bimestre pasado fue un digestivo intencional. Para clausurar el ciclo de este blog sobre la autoficción histórica, la recomendación literaria del sexto bimestre es una versión de La Ilíada, la del novelista, dramaturgo, periodista y pianista nacido en Turín Alessandro Baricco (1958). La Sinfonía de Los Lamentos del compositor polaco Henryk Gôrecki es el acompañamiento idóneo de dicha lectura, capaz incluso de compensar cierta musicalidad perdida al transcribirla en prosa. En 2004 para una lectura pública en Roma y otra en Turín, Baricco compuso, como es muy común en la música, una transposición de este clásico del acervo literario occidental. Transcurrieron 2800 años para que una versión remasterizada e independiente; entiéndase por remasterización la modificación de un registro sonoro, sustentada en la traducción de María Grazia al italiano, fuera recitada a la antigua usanza en una plaza pública. La veneración que profesamos a la guerra y el tributo que exige el dolor que ha causado, está grabado en nuestro ADN y es el móvil de ambas recomendaciones.La epopeya es literalmente un canto semitonado, una lira solía acompañar la celebración de los valores heroicos de un pueblo cantor. La Ilíada es uno de los grandes ejemplos de este subgénero épico. Algunos atribuyen la autoría a Homero, otros, a la tradición oral de la antigua Grecia. Nació durante el siglo VIII A.C. de cantos y recitativos memorizados por rapsodas con amplio margen para la improvisación. Los primeros manuscritos del poema no se registraron hasta introducirse la escritura cinco siglos después en jonio y eolio (griego antiguo). Siguieron las traducciones al latín y a otras lenguas vernáculas. Una de las cualidades humanas que sobresale en la Ilíada, es precisamente lo inhumano del ser humano. Como hijos primogénitos del rebaño terrenal, Caín y Abel fueron presagio de esta condición de presteza bélica. Entre La Guerra de Troya y la primavera árabe, a vuelo de pájaro, mencionaremos las cruzadas, la Guerra de los cien años, la de los treinta, las conquistas y consecuentes independencias, las anexiones. Las revoluciones, las guerras napoleónicas, La Gran Guerra, la Segunda Guerra Mundial. La guerra fría, la tibia, la hirviente. Un bomba atómica, dos… No debemos limitar La Ilíada al rigor exclusivo de la academia, los diez mil escuchas italianos alejan el desafío de la herejía y demuestran que es capital radioactivo propiedad de nuestra memoria y nuestra consciencia colectivas. ¿Por qué habríamos de abstenernos de este remix de remixes si no fue erigido sobre las cenizas del original? Lo que quiero decir es que al día de hoy no ha intercedido en su contra ninguna manga inquisitorial, salvo la de nuestro criterio. Para el hommo-ordinarius la lectura, comprensión y deleite de quince mil cantos escritos en hexámetros dactílicos ciertamente presenta un reto mayúsculo, que bien puede convertirse en un fin. Es irrefutable que la versión afinada según criterios del siglo XXI pierde en muchos aspectos. Se sacrificó la magia de la poesía, el canto de pregoneros que desde el corazón de civilizaciones antiguas contiene los latidos de un vestigio literario. Habiendo el autor confesado que se trata de su apreciación del texto, queda poco que disputar, se toma o se deja. Sépase antes que Baricco omitió las intervenciones de los dioses “por ser ajenas a la sensibilidad moderna”, se excusa. Limó las asperezas arcaicas “que nos alejan del corazón de las cosas”. Para matizar “la impersonalidad” cambió la narración omnisciente por veintiún monólogos en los que habla el río, el esclavo, Agamenón y Príamo. Hizo algunas adiciones al texto que resaltó en cursivas “para cantar con la música que es nuestra”, confiesa Baricco, siendo la más audaz la del caballo de madera que tomó prestada de la Odisea.tLa Sinfonía de Los Lamentos compuesta en 1978 está formada por tres movimientos, todos lentos y sombríos, cuyos corales sugieren tres temas sobre el dolor maternal. En cambio, La Ilíada consta de un solo tema, la Guerra de Troya cuya autenticidad histórica fue demostrada por los hallazgos arqueológicos del alemán Heinrich Schliemann en 1873 en Hisarlik, hoy Turquía.Tanto La Sinfonía como La Ilíada provocan emociones en modo menor que nos dirigen hacia el abismo de un averno cíclico en la historia de la humanidad: la guerra. Los héroes de la Ilíada cumplen un rol arquetípico, ni son completamente malvados ni tampoco bondadosos. Su vulnerabilidad y fortaleza hacen de ellos figuras literarias ancestrales que reencarnan en personajes literarios memorables. Los narradores tejen sus historias desde ese y otros escenarios, algunos, como sucedió con Binet en HHhH, con Soler en La Fiesta del Oso y con Padura en El Hombre que amaba a los perros se representan a sí mismos a través de sus protagonistas en ejemplos de autoficción deleitables. Obras demasiado jóvenes para ocupar un lugar en el haber colectivo, a través de guerreros como Joseph Breuer y Emil Freeman combaten el inconsciente y el comunismo, evocando a una helena o un aquiles tardíos.Los movimientos sinfónicos, desde otro horizonte, nos pasean entre oasis de quietud y desgarramiento emocional. “No son éstos unos años cualquiera para leer la Ilíada. O para reescribirla, como he tenido ocasión de hacer. Son años de guerra”, dice Baricco, y precisamente en ese espíritu se recomiendan tan singulares obras.
Helena de Argos (de Troya) habla clara al decir que sus acciones serán cantadas por la eternidad: miles de años de historia no la han probado incorrecta. Parto con una sentencia del cómico latino Publio Terencio Africano, Homo sum; humani nihil a me alienum puto; hombre soy, nada humano me es ajeno. Y luego decanto una idea que el mismo Baricco menciona en el prólogo al texto: el gesto humano duplica la acción divina y es por ello que se habla, en esta reescritura de la Ilíada, de las acciones de los hombres que las llevaron a cabo. A pesar de las modificaciones aplicadas al texto, logra sacar a la luz la osamenta fundamental del texto homérico, sin transcender del tema, logra evidenciar su actualidad, precisamente porque son acciones humanas, porque no habla la voz inmemorial del tiempo, tan clara en el poema natural, sino hablan sus personajes, recordando también aquella sentencia Shakespeareana (en el Acto II, escena VII de As you like it) "All the world's a stage, And all men and women merely players..." Cada uno de los personajes homéricos juegan su papel bajo la condena helénica del destino, acto evidenciado al trasladar la narración a la primera persona: habla quien porta la lanza, quien viste el yelmo, quien embraza el escudo y, si bien, la acción de batirse en duelo de tal manera nos es ajena, el mito no pierde brillo, ni fuerza, ni vigencia: en el fondo hablamos de hombres, de acciones, de afecciones, de ingenios, de ideas, algo que nos es tan natural que reside en nuestro imaginario y volvemos a él constantemente como el semillero que nutre nuestra investidura occidental: allí, en su fondo, encontramos algo que nos es propio. Y al final, en el monólogo de Demódoco, uno no puede evitar estremecerse ante el reconocimiento de Ulises frente el aedo que canta las mismas acciones que él cometió y que, como promesa, sólo espera volver a casa. Pero trasciende lo humano, al final, en la misma apostilla que Baricco utiliza para reflexionar en torno al suceso literario cometido: vivimos en pequeñas acciones bélicas, día a día, no hemos trascendido la violencia porque encontramos belleza en aquella destrucción. Y habla, entonces, de una Ilíada femenina, que es la voz de la paz: como un eco que traspasa siglos, imperios y humanidades, la Ilíada se alza como un canto que añora la paz, un eco de la mente andrógina de la habla Virginia Woolf en A room of one's own (y que permea el resto de sus obras). Buscar una nueva belleza, extramoral, constructiva, en las acciones humanas que día a día dan valor a toda una especie que, a lo largo de la historia, se ha empeñado en destruirse. Seguiremos cantando a estos héroes a lo largo de la historia, sin duda. Sus armaduras brillaran con nuevas luces y sus lanzas harán brotar otras sangres, siempre oscuras que son, en fin, siempre la misma sangre. Hablarán con sus deificas voces, se amarán, se perderán... el caballo siempre entrará a Troya y de esa estirpe condenada, en una canción de otro canto, brotará Roma como nueva Troya, y la tradición de la historia se renovará con otros nombres, otras voces, otras tintas. Pero algo queda claro: la obra de Homero, el ciego, no ha terminado. Y jamás dejará de ser escrita.
What do You think about An Iliad (2006)?
How to rediscover a classic and its everlasting relevance. Baricco is one of my favourite authors, really one of a kind, the kind that does magic with imagination and prose. So I thought he would not be as impressive with this re-writing of a most classic of Classics, where everything was already lyrically and beautifully expressed. I was wrong. Even when building on somebody else’s imagination and prose (and we are talking about Homer here!) Baricco remains an original and stunning writer. He turns what he calls a “monument to war” into a very human affair (I really liked what he did – or did not – with the original Gods and characters). In so doing he brings to the surface what was originally a more concealed desire for peace. We hear the conquered as much as the conquerors; we realize that words can be weapons to freeze wars; we read the longing for peace in the words of the female protagonists but also, more surprisingly and more directly than before, in those of the fearless warriors; we fluctuate between the horror and the beauty of war; and we understand its absurdity.A warning, a lesson, and a wake-up call still valid thousands of years later, even more so in this version and in these times of ours. Baricco’s note at the end of the book says it all, including a very inspirational suggestion: “To construct another kind of beauty is perhaps the only route to true peace… To be able to change one’s own destiny without having to take possession of another’s; to mobilize money and wealth without having recourse to violence; to find an ethical dimension, the highest, without having to search for it at the margins of death… We will succeed, sooner or later, in taking Achilles away from that fatal war. And it will not be fear or horror that carries him home. It will be a different sort of beauty, more dazzling than his, and infinitely more gentle.”
—Angela
Srdžbu mi, Bariko, pevaj Ahileja, Peleju sina, Pogubnu, kojano zada Ahejcima hiljade jada, Snažne je duše mnogih junaka ona k Aidu Poslala, a njih je same učinila plen da budu Psima i pticama gozba; a Zeusu se vršaše volja, Otkad se behu onomad razdvojili posle svađe Atrejev sin, junacima kralj, i divni Ahilej....I ispeva Bariko srdžbu Pelejovog snažnog sina,Uzdižući hrabrost zaraćenih strana do visina,Troje i suprotstavljenih gradova grčkih iz davnina.Čitajući i ponovo pišući taj klasičan grčki ep,Bariko napisa dramski komad isto tako lep,U kome junaci desetogodišnjeg boja svojuPričaju priču i oživljavaju tu moćnu Troju.A poenta nije u ratu i bolu, kao da Bariko kaže,Mirni izlaz se uvek nudi, samo ga retki traže.Ep ovaj divan, drevni, u novom ruhu daje i saže, Da taj stari tekst pred nama iznova zablistaI da želja za novim čitanjem Homera ojača, čista.Pet zvezda ovde Bariku sad dajem zatoŠto je vrsni bard i njegove knjige čitam rado.(Prva "strofa" ovog reviewa naravno nije moje autorsko delo. Bio sam toliko slobodan da jedan od prevoda Ilijade prilagodim svojim potrebama. A u ovim mojim "strofama" nisam se držao heksametara i ostalog. Nisam pesnik i ovo je samo moj pokušaj da se Barikovski poigram sa oba teksta :) )
—Kristijan
There is a thing I do not exactly intentionally: sometimes I’ll seek out new musicians by listening to covers of my favorite songs. It’s a way of being able to listen to the music and the voice without worrying about the content. I already know I like what they’re singing—the question becomes do I like how they’re singing it. Alessandro Baricco’s AN ILIAD is, I think, the first time I’ve applied this technique to the written word. That is, I knew the story Baricco was going to tell me before I knew how he was going to tell it.AN ILIAD is exactly what the title says it is—the old, famous story told again. Or, rather, it’s a compendium of multiple Iliads: Baricco recasts the epic as a novel told from multiple points of view. Chapter by chapter the events unfold themselves through shifting eyes. Yes, we listen while Achilles speaks his piece and when Hector speaks his, but Baricco gives equal weight to traditionally smaller or altogether forgotten voices: Helen, Pandarus and Andromache for starters. Voices of the attacking Greeks and the Trojans under their seige are represented in equal measure. Through the eyes of Priam and others, we see what is happening within the walls of Troy with the same emotional weight and precision as what happens on the battlefield. It’s a fascinating way to retell a familiar story. Here, the sheer power of the story remains, but instead of a classical epic it now feels like a gritty oral history. Doing so humanizes the heroes, brings them literally down to earth.As an oral history, this book is about death. And it’s about peace. No one in the war seems to truly want to fight it. There is a feeling amongst the soldiers on both sides that it is a pointless war, that it’s an inconvenience more than anything else. There is a resignation felt in the book over and over again as character after character lets themselves slip into death. Characters tell their story as they die. They tell their story from beyond the grave. Sometimes the distance in the oral history slips and the characters begin to address, directly, one another to great effect. This quote more or less sums up how Baricco tells the Iliad:There is nothing on the face of the earth, nothing that breathes or walks, nothing so unhappy as man.Baricco has an obvious reverence for the source material. He speaks at length in the introduction about the care he took with it while writing the book. This is a thin volume, much smaller than straight translations of the original epic, but Baricco worked to maintain the work mostly as a whole, removing only repetitions and scenes in which the gods themselves appear (which I think was an interesting and ultimately very effective choice). He sprinkles throughout small additions where the characters speak more about their internal thoughts and motivations, but he diligently marked in italics in the text as additions.The problem for me was that I think Barrico erred too much on the side of caution here: his italicized original contributions are wonderfully rich and poetic. They add a great deal to the original work. And much of what he left in—long, dragging fight scenes that really just become lists of what the fallen wore as armor—could have been further condensed to better effect. The book simultaneously turned me into a definite fan of Baricco and highlighted once again my ambivalent relationship to the Iliad*. It would have been a stronger, more successful book had Baricco trusted his own voice more.A final note on format: I read the kindle version, and I wish I’d read it in hardcopy. There are few things more frustrating to me than a truly lovely book that’s been shoddily released as an ebook. This was a traditionally published book with substantial resources behind it, and there was no reason for the awkward reading experience I had** to have happened. I recommend this book, and I especially recommend it in hardcopy.*There is nothing, though, ambivalent about my views on Paris. What an asshat. Literally no one ever has anything nice to say about Paris besides the fact that he’s pretty.**Specifically, there was inconsistent formatting, little use of white space which made headings and transitions awkward, and a bizarre recurrence of unnecessarily hyphenated words (words hyphenated in the middle of a line as if they had once been at a line break).
—B.R. Sanders