Imaginemos la siguiente escena: atrapadas entre el comedor y la puerta de la cocina, tres apocadas amas de casa comparten una taza de té en una de esas mortecinas tardes inglesas. Quién sabe si producto del aburrimiento o de la falta de escapatorias vitales, una de ellas pisa el acelerador de su imaginación y evoca un número de vodevil en el que baila unos pasos de claqué sobre la tumba de su marido, el culpable en la sombra. En Pennies from Heaven, Dennis Potter contemplaba, desde la ironía, esa situación de hastío que sacudía interiormente a la mujer. La sensación de quemar etapas a toda velocidad, cumplir sueños artificiales y llegar al final de la meta, sin objetivos, apenas frisada la treintena. La sociedad ha hecho de la casa de muñecas un ideal, una aspiración, un sendero por el que tarde o temprano debemos caminar… aunque luego no sepamos cómo salir de allí. La vida de Penelope Mortimer fue bastante agitada: varios matrimonios, unos cuantos hijos y una relación tempestuosa con uno de sus maridos, el también escritor John Mortimer. Fruto de esa turbulencia nació El devorador de calabazas, la novela que publica Impedimenta. Una exhumación de ese malestar, de la ausencia de ideas, de un mundo a punto de desbordarse, que la prosa de Mortimer destila hasta sus últimas consecuencias.A media voz, como el débil renglón de un diario íntimo, Mortimer presenta el escenario del campo de batalla: un matrimonio roto, cuyas heridas apenas pueden disimularse, en el que no hay lugar para la posibilidad de diálogo. Ella, observada por un médico y un psiquiatra, aborrece su maternidad, no entiende su matrimonio y confía el futuro bienestar a la torre que la familia está construyendo en un terreno comprado junto al bosque. Él, nervioso, narcisista e infantil, la toma por loca y enferma, por caprichosa; le hace el amor por pura necesidad y porque piensa que es la medicina perfecta para aplacar esa agonía que tanto desconoce. Ese desaliento que se enreda en cada palabra, en cada muestra de afecto, que Mortimer exterioriza como una emoción deformada, destrozada, incapaz de proporcionar algo parecido a la felicidad. Ni siquiera la sensación de que pueda existir.El devorador de calabazas arranca con los síntomas de la tristeza infinita de su protagonista para glosar, párrafo a párrafo, sus intentos por no hundirse en ella. Así, Mortimer retrata a sus padres con esa mezcla de debilidad y culpa, con ese cariño sensible hacia el padre y esa fricción continua con la madre. Ni uno ni otra pueden hacer nada por quitarle parte de ese peso que carga a sus espaldas. Probablemente nadie puede, aunque todos se empeñan en diseñar planes para desviar la fuerza de ese torrente de ansiedad. El psiquiatra cree entender su malestar como un deseo no satisfecho de volver a ser madre, el marido confía en que la opulencia de un nuevo hogar colmará las expectativas, la protagonista compromete su bienestar a esa futura torre en la que reunirá, como en un antiguo castillo, a toda la prole. Cada palabra (pronunciada o dada) intenta ocultar ese desbordamiento, como un arranque de mal genio en mitad de una discusión; la evidencia de que esa realidad matrimonial se desintegra sin remedio. Y peor aún, que nadie, ni siquiera su propia protagonista, consigue detectar ese dolor interior que la atenaza hasta dominarla completamente.Resulta raro pensar en qué consiste la vida, cómo se construye cada uno su presente, de qué manera se ama o qué forma es la apropiada para sentir. Esas son algunas cuestiones que Mortimer convoca en las reflexiones de su protagonista. Esa frustración, esa ausencia continua de conceptos, de nombres que puedan detectar el alcance de daños que unos y otros le han provocado. De ahí, pues, la maraña de episodios en los que una agria discusión conyugal se entremezcla con una escapada mental en busca de algo parecido a la tranquilidad. De ahí esa escritura tan firme como balbuceante, tan dañada como temerosa, tan rotunda como clara. La escritura de alguien que ha vivido eso que describe, que ensaya a través de la ficción una forma de responder a aquello que se ha instalado dentro de ella, con lo que todavía no sabe cómo lidiar. Un intento, una evocación, un informe desde el ojo del huracán de esa soledad a la que el paternalismo condenaba a la mujer. Una exploración de ese tormento tan silencioso que la moral más desagradable definía como una enfermedad, un pequeño trastorno que se podía curar mediante un ejercicio de (mayor) docilidad.En efecto, Richard Yates, John Cheever, parte de la sociología de los 60 o las poesías de Anne Sexton y Sylvia Plath, han tratado de encontrar una posible salida del laberinto, de esa casa de muñecas que la sociedad convirtió en prisión para la mujer. Penelope Mortimer, en cambio, prefirió mostrar la pérdida, esa identidad a medio construir, la carencia que no podía paliar el capital, el sexo o la autorrealización familiar. Por eso duele tanto pasar las hojas de El devorador de calabazas, por la autenticidad que impregna cada descripción, como un retrato psicológico al borde del colapso. Un matrimonio fracturado, abandonado a unas palabras que han perdido su referente, incapaz de ofrecer amor, ni siquiera comprensión. Abatido, desbordado, desnortado. Un relato sin respuestas, nacido del dolor. Una escritura encerrada en una casa de muñecas, en busca de su propia voz, que no se caracteriza por su tristeza, sino por su soledad.Publicado en Détour
Una drammatica feconditàLa prosa brillante e coraggiosa di Penelope Mortimer ha una voce ostinata, onesta e attaccata alla verità e si rivela con l'indole malinconica e profonda di un racconto lieve e nudo, che travolge con un fascino perturbante le nostre emozioni più elementari. Il romanzo narra la disperazione di una donna dalla vita interiore smisurata, il tormento e la colpa per l'incapacità di rassegnarsi alla labilità dell'amore e alla consuetudine del tradimento; mette in scena l'illusione di rinnovare una pienezza che non esiste e il dovere di vivere la solitudine come una casa disabitata, nella quale ella è destinata a perdere per sempre quello che ama senza ragione. Una donna, la protagonista di questo dramma della consolazione, che vuole evitare il male e che vuole che le cose smettano di accaderle; che è incapace di arrendersi e si spinge fino all'autodistruzione completa, a rendere sterile il proprio corpo colpevole di un amore eccessivo. Dentro questa storia c'è un passato ricco di segni, ci sono i dialoghi incontrovertibili, gli stili marcati e la lotta contro lo scorrere del tempo: ecco che nasce una scrittura veloce, fonte di catarsi su diversi piani. Questa donna inesauribile ha dentro di sé una paura remota, che proviene da un luogo irraggiungibile e con questa angoscia cerca tutta la vita di fare i conti. Penelope Mortimer ne racconta con ironia i traumi e le relazioni affettive irrisolte, le contraddizioni tra aspirazioni e rinunce, in un'analisi della fragilità che coinvolge intensamente, esprimendo in un percorso toccante un'originale forma di intimità letteraria.
What do You think about The Pumpkin Eater (1995)?
4.5 stars rounded upI must admit I haven’t read anything by Mortimer before and on the evidence of this book I should have. It is about a woman in a downward spiral and is an acerbic and humorous (in a very bleak way) comment on marriage, gender relations and being a woman being controlled by men (husbands and assorted professionals, mainly medical). Mortimer writes in rather a sparse way leaving the reader to do some of the work, making one feel much more involved in the main character’s disintegration. The protagonist is known only by her married name, Mrs Armitage. She is on her fourth marriage and has numerous children (eight I think) and would like another one (her husband doesn’t). Her husband Jake is a successful screenwriter and they have been married for over ten years. Jake has a temper and is serially unfaithful. They are building a glass tower in the country as a rural retreat. The couple are rich enough to employ servants to do everything. There may be an element of autobiography here as Mortimer was married three times and had six children. Her relationship with her third husband, the barrister John Mortimer, was notoriously turbulent.The description of disintegration, depression, a pretty much enforced abortion and sterilisation, a complete loss of role and reason to exist are powerfully written. All of the male characters are deeply unlikeable and manipulative. It was written in 1962 and there has been some debate about whether it can be classed as a feminist novel. I think that misses the point; the whole description of depression and breakdown leading to a sort of acceptance is the author asking the question: Is this it? Is this all there is? Does it have to be this way? There are no answers provided, you are just left to feel the raw pain of a woman who society feels has everything, but who is utterly lost. It’s a powerful book which is still worth looking out for. There are a couple of examples of lazy writing about race, but apart from that it held my attention and made me ask questions about my attitudes. I also would now like to see the film which came out in 1964. The script is by Pinter and it stars Anne Bancroft and Peter Finch, so it ought to be good!
—Paul
4/5Basado en una popular rima infantil inglesa, el título de esta maravillosa novela adquiere una dimensión mucho más lúcida cuando uno termina de leer el estremecedor relato de Penelope Mortimer y se da cuenta de que estamos en realidad ante la autobiografía novelada de una mujer oprimida hasta el extremo por el papel que le ha tocado desempeñar en una sociedad patriarcal y delirante. La señora Armitage, protagonista de El devorador de calabazas, es una mujer que ha pasado por cuatro matrimonios y que enarbola una maternidad radicalizada quedándose embarazada vez tras vez, trayendo hijos al mundo como quien se dedica a la repostería casera de forma neurótica para enmascarar una aplastante carencia de propósito. A través de las conversaciones que mantiene con su terapeuta, los episodios fragmentados de una adolescencia sexualmente agitada y la tortuosa convivencia con su esposo adúltero iremos profundizando en la complicada psique de la señora Armitage para encajar las piezas que hay a nuestro alcance e intentar comprender el origen de sus patologías. Narrada con deslumbrante brillantez, claridad y franqueza, El devorador de calabazas es una deliciosa a la vez que perversa novela que prácticamente se lee sola; una historia muy recomendable, teñida de humor negro y escenas escandalosamente perturbadoras que consigue aunar la crudeza de una vida entregada a la resignación doméstica y una desquiciante hilaridad empleada como vía de escape, como método de supervivencia. Reír por no llorar, dicen que se llama.
—Sub_zero
‘The Pumpkin Eater’ is a book that was created to explore complicated emotions and the result is that it left me feeling conflicted. It is hard to like the protagonist. She is a rich, mentally ill and depressed woman. She has a myriad of children and her husband is a successful movie writer. The immediate conflict occurs because she wants to have more children while her husband thinks that they have too many already.The book is an examination of the role that childbearing plays in a woman’s life. The protagonist seems to use pregnancy as an emotional shield to hide from her dissatisfaction with life. Her shield is not working as well as it used to and she’s going to therapy to try to figure out how to be fulfilled and what is making her so disquieted.Reading the summary I wrote above, the book sounds very dull. What makes it such a good book is how realistic it is. The author takes you into the mind of her protagonist so completely that it is impossible not to get swept up by her tragedy. There is a heart-rending plot point about sterilization that I could tell hit very close to home for Mortimer.This book might not be terribly interesting for most readers, but it deals with a subject that is very present for young women. There was an excellent article on the cover of Time Magazine recently called ‘The Childfree Life’. It discussed the falling birth rate in America and the changing attitudes of our culture in how we view the responsibilities of motherhood. ‘The Pumpkin Eater’ is a meditation on procreation and how it affects a women’s path to fulfillment. It doesn’t answer any questions but it presents Mortimer’s views in a striking manner.
—Dara Salley