Se trataba de una novedad que debía disfrutar. La mayoría de las cosas las obtenía mediante pedidos online, utilizando cuentas asociadas a identidades falsas, apartados de correos e inmuebles cuyo único propósito era recibir los paquetes. Aquello era esencial para su misión. Y así había hecho la mayoría de las compras para su excursión a Nueva York. Resultaba demasiado arriesgado, por ejemplo, alquilar una furgoneta blanca en persona. Era mejor pedirla por Internet y luego aprovecharse de cualquiera de los puestos automatizados que hacían del alquiler de vehículos una experiencia completamente anónima. Había varias cosas en la lista, sin embargo, que podía comprar en persona. Sobre todo porque llevaba un disfraz que le daba un aspecto similar al de la mayoría de los residentes de la ciudad: absolutamente convencional. Gorra hasta las cejas. Cazadora negra sobre los hombros. Zapatillas de deporte blancas.